Vanua Levu [Fiyi]: El secreto del primer amanecer


 
Hay países en los que una imagen turística concreta deslumbra a los viajeros. Así, en Fiyi todos se dejan llevar por lo más fácil: se aterriza en Viti Levu, la isla principal, la más grande, la que permite conocer algo de la cultura local y un interior montañoso antes de perderse en las islitas tropicales que reproducen la idea del paraíso en la imagen y en el nombre: Yasawas, Mamanucas, Wakaya… En este itinerario siempre queda de lado Vanua Levu, la segunda isla más extensa del país. Sin embargo, basta un corto vuelo de Air Fiji o Pacific Sum desde los aeropuertos de Nadi o Suva para llegar a Savusavu, la población más interesante de Vanua Levu y empezar a explorar una isla casi desconocida.

La casa de sus sueños

Savusavu es uno de esos lugares especiales que se encuentran al final del camino. Está situada en la desembocadura de un río en una hermosa bahía, con colinas cubiertas de vegetación tropical. Desde cualquier lugar la vista se extiende hacia el otro lado de la bahía y el paisaje tiene la grandiosidad de las grandes islas volcánicas del Pacífico: una cresta montañosa que en ocasiones supera los mil metros de altitud sirve de columna vertebral a Vanua Levu y ofrece numerosos lugares para descubrir. La barrera de coral la protege de las embestidas del océano, y su puerto es un refugio seguro de los yates que navegan por los Mares del Sur. Hace dos siglos se fundó como un pequeño puesto comercial para el comercio de copra y ahora es uno de los enclaves casi perfectos en los que más extranjeros desean comprar un terreno para construirse la casa de sus sueños. Savusavu es también un lugar para practicar kayak por las aguas protegidas de la había y, sobre todo, submarinismo, ya sea para principiantes o expertos. En tierra firme, las posibilidades son variadas. A unos 20 kilómetros de distancia se encuentra la Waislai Rainforest Reserve, un bosque en el que es posible caminar en busca de cascadas. Un poco más alejadas, las ruinas de la aldea de Nukubolu son la visión de un Fiyi de otro tiempo, con las antiguas terrazas de los arrozales bien conservadas, las fuentes termales y los restos de las grandes casas. Según la costumbre local, para acceder al recinto hay que obsequiar con un pequeño regalo a los dueños tradicionales del lugar.

Refugio de aves

Vanua Levu es una isla alargada, y las montañas definen dos partes completamente diferentes. Al norte queda la zona más seca, en la que abundan los campos de caña de azúcar y está habitada mayoritariamente por fiyianos de origen indio. La vertiente sur, más húmeda, es en la que proliferan las plantaciones de coco y sus habitantes son fiyianos nativos. De este litoral meridional surge la península de Tunuloa, que se extiende hacia el noreste, formando la bahía de Natewa, la más extensa de todo el Pacífico Sur. Para explorar esta zona, desde Savusavu hay que seguir la Hibiscus Highway hasta el final, hasta Napuka. En el camino se pasa por pequeñas aldeas tradicionales y antiguas plantaciones. Los bosques incitan a adentrarse a pie por caminos poco transitados. Esta península de Tunuloa es el último refugio de algunas de las aves que se encuentran en mayor peligro de extinción en todo el mundo. En algún momento se llega a Dakuniva, donde hay que partir a la búsqueda de misteriosos petroglifos tallados en las rocas. Al frente de Dakuniva corre el Rainbow Reef, el Arrecife del Arco Iris, uno de los mejores lugares de buceo de Fiyi. A lo largo de esta carretera, en cualquier momento se le aparece al viajero la oportunidad de adentrarse en un Fiyi tradicional y diferente a la imagen de la playa y la palmera. Basta con acercarse a una aldea, solicitar al jefe permiso para visitarla y enseguida surgirá ante sus ojos la visión de un mundo nuevo: tal vez participar en una comida tradicional cocinada en un horno cavado en la tierra o beber yagona, una bebida ritual hecha con la raíz del pimentero, o presenciar unas danzas que tienen muy poco que ver con los espectáculos de los hoteles.

Pocos extranjeros

El norte de Vanua Levu es mucho menos visitado todavía que el sur, y es muy fácil que en cualquier lugar el viajero sea el único extranjero. Labasa es la principal población de la isla, y se encuentra cerca de un estuario formado por la desembocadura de tres ríos. Aquí el ambiente es completamente diferente al de la zona sur, y la mezcla de población de origen india y las extensas plantaciones de caña recuerdan en varias ocasiones a isla Mauricio. En las afueras de Labasa se conservan los restos de un antiguo centro ceremonial en donde, hace ya mucho tiempo, se realizaban ritos en honor de los dioses ancestrales y se llevaban a cabo prácticas caníbales. Pero la presencia hindú es manifiesta en los templos que destacan entre las plantaciones de caña. A pocos kilómetros de Labasa, los más interesantes son los de Mariamman y Naag Mandir, que ofrecen visiones de la lejana India en medio del Pacífico. Vanua Levu es una gran isla que, a su vez, es la base para acceder a otras islas más pequeñas y remotas. En el norte, Nukubati es una islita pequeña perfecta para buscar la soledad. En el sur, Namenalala es mucho más grande, con buenas playas y en realidad es una buena reserva de aves.

Hoteles: El resort de los Cousteau

Incluso en una isla relativamente poco visitada como Vanua Levu hay alojamiento de primer nivel. Muchos de los mejores resorts se encuentran en los alrededores de Savusavu. Uno de los más conocidos es Jean-Michel Cousteau Fiji Islands Resort (www.fijiresort.com), un resort de lujo construido por uno de los hijos del famoso comandante Jacques Cousteau. Un establecimiento de lujo enclavado justo en la punta que cierra la bahía de Savusavu, por lo que las vistas son espectaculares hacia donde quiera que se mire. Evidentemente tiene mucha fama entre los submarinistas, y organiza todo lo necesario para cubrir sus necesidades. También presta mucha atención a los niños, con actividades específicas y servicios de canguro.

Un poco más alejado de Savusavu, en la costa sur abierta al océano, a lo largo de la Hibiscus Road, Namale Resort (www.namalefiji.com) es uno de los alojamientos más lujosos del país. Los bungalós adoptan la forma de bures, las cabañas locales, y están desperdigadas por el bosque.

En Natewa Bay, la bahía más extensa de los Mares del Sur, el lugar en el que buscar el lujo y la privacidad en el fin del mundo es Lomalagi Resort (www.lomalagi.com), una serie de bures situados en una colina boscosa que ofrece grandes vistas sobre la bahía. Uno de los atractivos de la bahía son los delfines que buscan refugio en ella, y alojarse en este resort es la mejor manera de observarlos y, llegado el caso, nadar con ellos. Son sólo seis bures, por lo que el máximo de huéspedes en este rincón del mundo es de doce; sólo adultos.

También en el lado sur de la isla, en el islote de Namenalala, se encuentra Moody’s Namena (www.moodysnamenafiji.com). Se compone de seis bures, y todos tienen vista al mar, ya sea del lado de la isla que da a Vanua Levu como de la que da al océano. El lugar es un paraíso para los submarinistas, pero también para pescadores. Durante varios meses al año las tortugas llegan a Namenalala para ovar dada la tranquilidad y soledad del lugar. La estancia mínima es de cinco noches y no se aceptan niños.

Bora Bora [Polinesia Francesa]: La perfecta luna de miel



Situada a 230 kilómetros al noroeste de Tahití, Bora Bora es una isla rodeada enteramente por un lagoon (laguna interior) y cercada por un arrecife de coral que la protege de los embates del océano. Alrededor de la isla central se disponen una serie de islotes arenosos o motus, de formas caprichosas, que delimitan bahías interiores de aguas dormidas. Este paisaje de ensueño está dominado de forma obsesiva por el monte Otemanu (725 metros), una poderosa mole basáltica, con picos conformados en dientes de sierra, que es uno de los iconos de la isla. A su lado, mucho más discreto, el monte Pahia (660 metros) cierra prácticamente el sucinto capítulo de la orografía insular.

A Bora Bora se puede llegar en barco, procedente de alguna de las islas cercanas, pero lo más rápido es, obviamente, el avión. El aeropuerto se encuentra en el motu Mote, el islote más septentrional de la isla. Los vuelos suelen proceder del aeropuerto internacional de Tahiti-Faa’a, en el noroeste de la isla vecina, a unos 7 kilómetros de la capital, Papeete. El servicio entre Tahití y Bora Bora lo cubre en unos cincuenta minutos la compañía aérea local Air Tahiti (www.airtahitinui.com.es), que también programa unos pocos vuelos internacionales. Algunos hoteles mandan su propia embarcación para recoger a sus huéspedes; en otros casos hay que tomar el ferry que se dirige a Vaitape, la capital insular.

Circunvalación de la isla

Bora Bora es una isla llana. Posee una única carretera que sigue con esmero la línea de la costa. Bastan 32 kilómetros para dar una vuelta completa. Circundar la isla siguiendo esta vía, ya sea en coche, moto o bicicleta, lleva apenas un día y eso deteniéndose a cada trecho para deleitarse con el paisaje y admirar las atracciones que surgen sobre la marcha. Este tour puede iniciarse en el pequeño puerto de Vaitape, que parece concentrar en sus muelles todo el trajín de la población, sin desmerecer su calle principal, con establecimientos bulliciosos y tiendas animadas, y el moderno centro comercial La Pahia. La gran seducción comercial de estas islas son sus famosas perlas negras, que parecen brillar con malicia, además de la ropa tropical de vivos colores y motivos florales, la artesanía con fibras vegetales (sombreros, esteras y cestas de pandano) y las tallas de madera, aunque en este particular hay que cerciorarse del origen local de las obras.

Hacia el sur, la sinuosa carretera costera conduce hasta Punta Matira, el extremo meridional de la isla, desde donde se vislumbran Raiatea y Taha’a, las islas vecinas. Es una zona de complejos turísticos, pero con las más bellas playas blancas de arena fina de la isla. Luego, remontando por la costa oriental, el monte Otemanu regala vistas exquisitas, mientras que la zona norte es solitaria y muy tranquila.

Restos de la II Guerra Mundial

Otra manera de explorar la isla es aventurarse por su interior a bordo de un todoterreno. El área central de Bora Bora nada tiene que ver con la lúdica costa. La jungla muestra algunos restos armamentísticos de la Segunda Guerra Mundial ya que la isla fue elegida como base de aprovisionamiento del Pacífico Sur. Para ello se construyó un aeropuerto que se encuentra en Motu Mate, y un depósito de combustible. La jungla también guarda algunos antiguos templos polinésicos o maraes. Estos templos eran importantes lugares de reunión religiosa y social y acogían —remotamente– sacrificios humanos y de animales. Algunos han sido restaurados y exhiben bellos petroglifos (imágenes labradas en piedra) de tortugas, que se consideraban animales sagrados.

Descubrir la magia del “lagoon”

Conocida ya la isla desde tierra firme, nos falta descubrirla desde la laguna interior. El lagoon es la principal atracción de Bora Bora. Es un lugar bellísimo. Ofrece muchas oportunidades para la práctica de deportes náuticos o, simplemente, contemplativas. Fijándose un poco, es posible distinguir más de treinta tonos de azul en sus transparentes aguas. La exploración de la laguna puede realizarse en pequeños transbordadores, lancha rápida o moto de agua, o en canoa o kayak. En cualquier caso no deben faltar los momentos dedicados a la natación y al buceo, la fascinación por la naturaleza y la recalada para el picnic de la comida en alguno de los pequeños motus. Si lo desea, de buena mañana se puede asistir al espectáculo de ver desayunar a los tiburones de arrecife (una actividad que resulta muy popular, aunque reprobada por los conservacionistas).

Actividades lúdicas

Mucho más plácido podría ser dedicarse a pescar, navegar en velero o hacer un acuasafari (paseo a pie por el lagoon provisto de una escafandra ligera). Y si el cuerpo pide acción, puede considerarse el submarinismo por el arrecife de coral, el kaysurfing (surf impulsándose con un pequeño parapente) o el parasail (vuelo en paracaídas remolcado por una lancha).

Con la llegada del atardecer, y ya rendidos por tantas emociones, permita que su retina disfrute con una aterradora puesta de sol, en la que el astro rey estalla en miles de ocres y dorados de fuego antes de sumergirse en la laguna.

Hoteles:  Sobre el agua y con los pies secos

Bora Bora, en la Polinesia Francesa, es un paraíso tropical y un centro de vacaciones con fama mundial. Su oferta de alojamiento es muy importante. Destacan, en especial, los lujosos bungalós palustres, construidos sobre el agua, que disponen de todas las comodidades imaginables. Al nordeste, en el motu (islote) Tavairoa, ante la bahía Faanui, cerca del aeropuerto, se encuentra Bora Bora Pearl Beach Resort (www.pearlresorts.com), con ochenta bungalós, una quincena sobre el agua y otros en la playa o en tierra firme rodeados de jardines. Dispone de tres restaurantes, dos bares, su propio centro de buceo e instalaciones deportivas.

Al nordeste, en el motu Omee, el Four Seasons Resort Bora Bora (www.fourseasons.com/borabora) posee un centenar de bungalós sobre la laguna y otros en tierra con playa semiprivada. Todos ofrecen una vista envidiable al monte Otemanu. No muy lejos, St. Regis Resort Bora Bora (www.starwoodhotels.com) es famoso porque alojó a Nicole Kidman y Keith Urban en su luna de miel. La feliz pareja optó –como era de esperar– por la suite más lujosa, que consta de tres pabellones en torno a una piscina y un centro Spa, rodeados por magníficos jardines tropicales junto a una playa de arena blanca. Todo privado. El resto de la oferta del hotel, con alojamientos etiquetados en ocho categorías, atenúa solo un poquitín el lujo apuntado.

Al sureste, en el motu Toopua, a un cuarto de hora en barca de Vaitape, se encuentra en una caleta de aguas cristalinas Hilton Bora Bora Nui Resort (www.boraboranui.com). Sus bungalós son elegantes construcciones de techo alto, con muebles de caoba, cama con dosel, suelo de cristal, baño de mármol y balcón privado. Al sur, en la península de Matira, la zona más turística de la isla, se eleva InterContinental Le Moana Resort Bora Bora (www.interconti.com), justo en punta Matira, quizá el enclave más bello de la isla. Sus bungalós están decorados con lujoso estilo polinésico. Y en las cercanías, Sofitel Bora Bora Marara Beach and Private Island (www.sofitel.com) presenta 95 bungalós sobre el agua o en la colina cercana; la isla, que atesora un lujurioso jardín botánico y un jardín coralino, es una atalaya privilegiada para puestas de sol extasiantes.

Abel Tasman [Nueva Zelanda]: El exótico norte de la isla Sur


 

Aunque los maoríes asesinaron a cuatro miembros de la tripulación de Abel Tasman en el primer viaje de un europeo a Nueva Zelanda (1642), este explorador holandés volvió a casa con un buen recuerdo de aquellas “tierras hermosas”. ¿Cómo es posible? Tasman ancló junto al parque que ahora lleva su nombre en una de las bahías más bellas de la isla Sur, la Golden Bay, y eso le hizo olvidar rápido sus penas. Nueva Zelanda le agradeció su comprensión dedicándole el Parque Nacional que ocupa la costa que descubrió, en la que los acantilados de granito se abren de cuando en cuando para mostrar playas de arena dorada y aguas turquesas rodeadas por la exuberancia selvática del bush neozelandés.

El Parque Nacional más pequeño de Nueva Zelanda y uno de los más visitados fue el fruto del esfuerzo de una residente local, Perrine Moncrieff. Harta de pedir al gobierno la protección de este espacio natural, Moncrieff aprovechó en 1942 el 300 aniversario del viaje de Tasman para invitar a la reina de Holanda a la inauguración, no prevista, del parque. Ante los hechos consumados, el gobierno neozelandés no tuvo más remedio que aprobar la creación del Abel Tasman National Park y preparar los consiguientes fastos.

De Marahau a Totaranui

El Abel Tasman National Park ocupa una estrecha franja costera entre las localidades de Marahau, al sur, y Totaranui, al norte, en la provincia de Nelson. Varios ríos cruzan el parque creando cascadas en el interior y pequeños estuarios como el de Awaroa, uno de los parajes más bellos de toda la zona. Hasta la llegada de los europeos servía de establecimiento estacional para los maoríes, como testimonian los restos de Pa (fuertes aterrazados) y su propia participación como guías y operadores turísticos en una tierra de la que son los primeros amantes y los más acérrimos defensores.

Al contrario de lo que ocurre en muchos países, Nueva Zelanda ha blindado uno de los pocos tramos de costa verdaderamente tropical que existen en sus dos islas contra el desarrollo urbanístico. No hay carreteras en el litoral de Abel Tasman y a algunas de sus playas y cuevas costeras sólo puede accederse desde el mar. No siempre fue así, y, aunque parezca mentira, la selva que se extiende hasta el mismo borde de las playas está aún en recuperación tras la explotación de la madera, la piedra y los pastos realizada por los pioneros europeos hasta la creación del parque.

La gran caminata

La Abel Tasman Coast Track es una de las nueve Great Walks (grandes caminatas) que existen en Nueva Zelanda. Es también una de las más populares puesto que es bastante sencilla y recorre un paisaje salvaje pero benigno. El plan es simple a la par que delicioso: caminar entre los afloramientos rocosos escuchando los cantos de las distintas especies de pájaros del bush (los neozelandeses, como los australianos, llaman bush, matorral, a cualquier tipo de área vegetal, aunque sea una selva con árboles propiamente dichos, como la de Abel Tasman) para encontrarse de tanto en tanto con una playa paradisiaca de arena dorada cuyas aguas turquesas atraen irremediablemente al sudado senderista.

Los 54 kilómetros de la ruta están bien cuidados y no exigen una forma física excepcional, por lo que pueden hacerse en entre tres y cinco días. Cuatro cabañas y varios campings sirven de descanso entre las distintas etapas. La sobrepresión en la ruta ha hecho que el Department of Conservation limite el número de senderistas diarios mediante un estricto sistema de reservas en los campings y lodges. Una alternativa menos congestionada e igualmente espectacular es la Inland Track, que se separa de la costa proporcionando excelentes vistas, aunque no permite tener contacto directo con el mar.

Remando voy

En los últimos años el kayak se ha convertido en una popular alternativa a las rutas terrestres. Emulando a los míticos remeros maoríes, los visitantes pueden llegar a puntos de la costa inaccesibles desde tierra, como Watering Cove, y atracar de cuando en cuando para disfrutar de las playas. Otro atractivo es surcar las impolutas aguas de la Tonga Island Marine Reserve y navegar acompañados de las focas y los pequeños pingüinos azules. Un mar habitualmente tranquilo lo convierte en una opción asequible para remeros sin experiencia y la mayoría de los operadores ofrecen rutas conjuntas de kayak y senderismo para combinar ambas visiones del parque.

La animada capital provincial de Nelson es el principal punto de acceso a las poblaciones que rodean el parque y está comunicada por avión con Auckland y Wellington. El clima de Abel Tasman es suave durante todo el año y no excesivamente lluvioso para los estándares neozelandeses. El verano (diciembre a marzo) es la temporada alta puesto que es el mejor momento para sumergirse en sus aguas. Primavera y otoño son preferibles para quienes quieran disfrutar de Abel Tasman con algo menos de gente, mientras que en invierno las playas y algunos servicios entran en letargo, aunque el parque sigue estando abierto al disfrute.

Hoteles: Viviendo el “bush”

Aunque es posible adentrarse por las rutas de manera independiente y alojarse en las cabañas y campings de la DOC (Department of Conservation), estos tienen mucha demanda y han de ser reservados con bastante antelación (booking.doc.govt.nz). En un parque tan visitado como Abel Tasman, los inconvenientes de este tipo de alojamientos no suelen verse compensados por factores como la tranquilidad o la soledad. Una buena alternativa es contratar una visita guiada con un operador local como las que ofrece la familia Wilson (www.abeltasman.co.nz), que cuenta con sus propios alojamientos (casas de campo que pertenecían a la familia y que fueron indultadas con la creación del parque), con todas las comodidades. Ofrecen rutas de varios días en kayak, a pie y también combinando ambas opciones.

El Awaroa Lodge (www.awaroalodge.co.nz) es probablemente la experiencia más exclusiva de las que ofrece Abel Tasman. A este moderno y lujoso ecolodge en el estuario del río Awaroa se puede acceder andando, en barco o, si se dispone de poco tiempo y mucho dinero, en avión o helicóptero puesto que cuenta con su propia pista de aterrizaje. Promete mucha tranquilidad a pocos metros de playas paradisiacas.

Varias poblaciones de los alrededores ofrecen buenos hoteles a un tiro de piedra del parque. Es el caso del Resurgence Lodge (www.resurgence.co.nz), con habitaciones y chalecitos de lujo en medio del bosque que separa Abel Tasman de otro de los parques  nacionales de la provincia de Nelson, el Kahurangi National Park. Una tercera vía en todo el país son los bed & breakfast (www.bnb.co.nz o www.bed-and-breakfast.co.nz). Los “kiwis” están muy orgullosos de su hospitalidad y, aunque algunos de estos alojamientos se definen como “boutique”, la mayoría ofrecen una auténtica experiencia familiar neozelandesa con tarde en el porche, buena mantequilla en el desayuno y el ganchillo como
leitmotiv decorativo.

La Gran Barrera de Coral [Australia]: Un delirio para buceadores



 

La atracción que provoca la Gran Barrera de Coral australiana va mucho más allá de su catalogación como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata del único organismo vivo que puede verse desde el espacio. Este hecho no solo sirve para amenizar los solitarios viajes estelares de los astronautas, sino que ha servido de gran ayuda para los investigadores. Gracias a esta privilegiada vista, los científicos han podido comprobar que no se trata de un único arrecife de coral, sino de un conglomerado de miles de barreras unidas entre sí que se extienden, paralelas a la costa de Queensland, a lo largo de unos 3.000 kilómetros, desde Bundaberg hasta más allá del Cabo de York.

Con todo, y para consuelo de aquellos que no puedan volar al espacio, aclaramos que el mejor patio de butacas para admirar este verdadero delirio de la naturaleza está en las profundidades del Mar de Coral. Y eso resulta un poco más asequible para los mortales, ya sea practicando esnórquel o buceando. De esta manera tendrás al alcance de tu mano –aunque no se te ocurra tocarlos o te arrepentirás– los impresionantes jardines coralinos (la mayor colección del mundo, con más de 400 tipos diferentes de coral), bosques de peces tropicales, moluscos de tamaños desproporcionados, tortugas centenarias y un sinfín de fauna autóctona de lo más singular.

Cayos de arena y bosques tropicales

La forma más rápida de acceder a la costa noreste de Australia es tomar un vuelo interno hasta el aeropuerto de Cairns, una pequeña ciudad de clima tropical y dotada de todas las infraestructuras turísticas necesarias. La aerolínea Jetstar realiza el trayecto desde Melbourne y Sidney, entre otras ciudades, por unos 300 dólares (www.jetstar.com). Una vez allí la oferta será infinita: tendrás que escoger entre sobrevolar el Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, recorrerlo en barco o sumergirte en sus profundidades. O las tres cosas, si el tiempo y el presupuesto lo permite.

La compañía FNQ Travel (active.fnqtravel.com.au) ofrece vuelos de una hora en aeroplano o helicóptero desde 109 dólares. Para los que quieran seguir los pasos del capitán James Cook, el primer explorador europeo que llegó a la zona –encalló su barco en el coral a finales del siglo XVIII–, Quicksilver te transporta en catamarán hasta una instalación con el fondo de cristal anclada en el borde mismo de la plataforma continental australiana. Desde aquí podrás experimentar la magia del  mayor ecosistema de arrecife coralino del mundo desde cualquier ángulo: buceo y esnórquel para aquellos a quienes les guste el agua o un semisumergible para los que deseen permanecer secos (www.quicksilver-cruises.com. Adultos: 205 dólares y niños: 102).

A pocas millas náuticas de Cairns, la opción más común suele ser visitar Upolu Cay, una isla de arena de aguas claras y poco profundas; o Michaelmas Cay, donde habitan miles de pájaros migratorios. También se puede ir a Green Island, otro de los casi 300 cayos de arena que existen en la Barrera del Coral, pero el único que alberga un bosque tropical.

El mejor punto de inmersión para expertos. Aunque tengas que desplazarte hasta Alba Beach, nuestra recomendación es no perderse la visita al pecio Yongala (www.yongaladive.com.au. Dos inmersiones con equipo incluido desde 200 dólares), un buque de 110 metros de eslora hundido en 1911 y que, además de ser considerado como el mejor punto de inmersión por los expertos submarinistas, envuelve el tour submarino de un halo de misterio. Dejando a un lado el pasado trágico del Yongala, los meros azules presumen de colorido entre el puesto de mando de la cabina, las serpientes de mar se deslizan por la proa y las ostras siguen incrustadas al casco para delirio del buceador gourmet. Todo bajo la atenta mirada de las tortugas perezosas que, haciendo honor a su nombre, reaccionan con nihilista indiferencia a la presencia humana. Si todas estas actividades te han sabido a poco y deseas alargar tu estancia en la zona, reserva un camarote en el Coral Princess o el Coral Princess II. Se trata de barcos de pequeño calado que acceden a los lugares más inaccesibles del Parque Marítimo, pero lo suficientemente grandes como para prestar las comodidades más exclusivas a sus 50 pasajeros. El recorrido, de cuatro días, culmina en Lizard Island y en sus 24 playas tropicales, con escala en Pourt Douglas y la histórica Cooktown (www.coralprincess.com.au. Desde 2000 dólares). Los más atrevidos o supersticiosos pueden reservar plaza para el eclipse de sol que tendrá lugar el 14 noviembre de 2012.

Frágil ecosistema

El desove del coral se produce durante noviembre y diciembre. Es un fenómeno fugaz que dura pocos días (en ocasiones solo uno). Por la noche, los corales sueltan cientos de huevos y simultáneamente lanzan esperma con la intención de fecundarlos, lo que atrae a numerosos invitados inesperados al festín, como ballenas, tiburones y otros peces de menor tamaño. No hay excusa para no visitar este paraíso protegido, seriamente amenazado por el calentamiento global. Muestra de su fragilidad y delicadeza es el blanqueamiento de coral de los últimos años y que solo las tormentas torrenciales de principios de 2011 han podido solventar por el momento.

Hoteles: Caprichos sin cobertura de móvil

Situado en segunda línea de mar, junto al puerto deportivo de Cairns, Il Palazzo (62 Abbott Street. Cairns, Queensland. 617 40 41 21 55. www.ilpalazzo.com.au. Desde 175 dólares), un hotel boutique con suites de tipo apartamento, destaca por su intimidad y su trato individualizado. Cuenta con menos de 40 habitaciones y un personal  amable y atento. Podrás utilizarlo como punto de referencia para moverte por la ciudad y contratar las excursiones, así como para el shopping, ya que se encuentra en una de las zonas con mayor concentración de tiendas. Si buscas espacios diáfanos, reserva uno de los apartamentos de The Lakes Cairns Resort & Spa (2 Greenslopes Street. Cairns. 617 40 5394 00. www.thelakescairns.com.au. Desde 190 dólares), algunos de ellos de 82 metros cuadrados, dotados de cocina, recibidor, comedor, baño y habitación. Posee casi cinco hectáreas de jardines, con cuatro piscinas, zona de juegos, pista de tenis, y demás instalaciones propias de un resort de primera clase. Si quieres darte un homenaje, regálate un tratamiento antiedad en su Reds Day Spa (www.redssalon.com.au. Desde 65 dólares).

Junto al casino de Cairns y a los mejores restaurantes del centro, las habitaciones del Mantra Splanade Hotel Cairns (53-57 The Esplanade. Cairns. 617 40 46 41 41. www.mantraesplanadecairns.com.au. Desde 130 dólares) poseen un look contemporáneo, y las vistas desde los pisos superiores son espectaculares (pídelas hacia la bahía). Si están todas ocupadas, pide una de las que dan al jardín, ya que la piscina del resort ha sido diseñada a modo de lago. No te pierdas los mercados de productos locales que se celebran los viernes y sábados a dos minutos caminando desde el hotel. Si deseas darte un capricho, combina tu estancia en Cairns con alguna noche en una de las 40 suites de lujo de Lizard Island Great Barrier Reef (www.lizardisland.com.au. Desde 1.000 dólares, en régimen de todo incluido), en la isla del mismo nombre situada al norte del parque natural. Sus playas de finísima arena blanca bien merecen el esfuerzo. No hay cobertura de móvil en
toda la isla, lo que en cierta manera puede ser una bendición para desconectar del mundo. Por último, el hotel Hayman Island (www.hayman.com.au), rodeado de un entorno natural único, ocupa una isla privada en la Gran Barrera de Coral australiana.

Malé [Maldivas]: La llave del último paraíso

Malé es el nombre de la isla principal y también de la ajetreada capital de la República de las Maldivas, el país más plano del mundo. Cuenta una leyenda que el primer poblador de estas tierras fue un príncipe cingalés que encalló en una laguna con su esposa, hija del rey de Sri Lanka, y dominó la región conviertiéndose en el primer sultán. Tras ser asediada por piratas y varios sultanatos, en 1968 se instauró la República de las Maldivas, tal y como la conocemos hoy.

Con apenas dos kilómetros de largo y uno de ancho, Malé es la isla de mayor extensión del archipiélago y su capital la más poblada, con unos 80.000 habitantes. En este sentido, es una de las urbes más densamente pobladas del mundo. Ocupa casi todo el terreno de la isla y está localizada en el atolón Kaafu, en el borde sur del atolón de Malé. Dibujada con casas de plantas bajas y pocos pisos, es el único lugar del archipiélago donde pueden verse edificios más altos que los cocoteros. Aquí se halla la sede del Gobierno y es centro de negocios, empresarial, comercial… Todos los servicios necesarios se encuentran allí: bancos, cajeros automáticos, centros de salud…

Cualquier viajero que quiera pasar unas idílicas vacaciones en las Maldivas tiene que recalar en Malé, ya que el Aeropuerto Internacional de Malé está en la vecina isla de Hulhule. La ciudad se divide en cuatro áreas: Henveiru, Galolhu, Maafannu y Machangolhi. Otras tres áreas se encuentran fuera de la isla de Malé: Vilimalé, en la isla de Villingili; Hulhumalé, en la isla artificial del mismo nombre; y Hulhule, sede del aeropuerto.

Para completar la experiencia turística más allá de playas de ensueño, peces de colores y arrecifes de coral, hay que dedicar medio día a recorrer la cosmopolita Malé. La forma más fácil de orientarse es tomar el bulevar Marina Drive hasta el cruce de la calle Chandani Magu. Aquí descansan el colorista mercado y el Singapore Bazaar. Al final de la calle Chandani, hay que girar a la izquierda para coger la calle Medu Ziraye Magu. Este es el barrio de los monumentos más importantes. El Palacio Mulleeage, de estilo colonial y construido a principios del siglo XX, la Mezquita del Sultán Mohammed Thaurufaanu, el Museo Nacional o el Palacio del Presidente Maumoon Gayoom son citas indispensables. Otra opción es dejar volar la imaginación en los Jardines del Sultán, con rosas y orquídeas. Por último, no deje escapar la oportunidad de caminar por el paseo marítimo y recalar en alguno de sus restaurantes para degustar la gastronomía local, a base de pescado y marisco. Igual que en el resto de las islas, las playas de Malé son extensas lagunas de arena blanca flanqueadas por arrecifes de coral y un agua transparente.

Punto de partida hacia el paraíso


La isla de Hulhule acoge el Aeropuerto Internacional de Malé, donde aterrizan todos los vuelos procedentes del resto del mundo. Desde España, compañías como Iberia, Qatar Airways, British Airways o Alitalia, entre otras, nos trasladan a este edén. Los precios varían mucho, pero por 800 euros es posible volar hasta el paraíso. Una vez en Malé, la mayoría de viajeros optan por tomar un hidroavión para visitar el resto de islas. Desde el puerto de Malé, lanchas rápidas, cruceros de buceo o barcos de los diferentes resorts realizan el trayecto hasta las diferentes islas. Este destino turístico no ofrece muchas posibilidades a aquellos que desean realizar el viaje por su cuenta. Hay muchas islas habitadas por gente local que no permiten que los extranjeros pernocten en ellas. Por otro lado, los resorts están montados para el turismo de touroperador. No obstante, una posibilidad interesante para el viajero independiente es alquilar un barco tradicional de madera (donies) y moverse entre islas a su aire con un capitán y uno o dos marineros. Como alternativa, para aquellos que solo deseen descansar, nadar y tomar el sol, se puede alquilar un bugaló sobre el agua por un precio asequible. Paz y tranquilidad son las palabras que definen la sensación que se percibe en este destino de ensueño. Sea cual sea la isla elegida, el buceo, el esnórquel y las actividades acuáticas constituyen el gran atractivo de la zona.

Festival de colores

Las Maldivas están consideradas uno de los últimos paraísos debido a su condición vírgen y salvaje, a salvo de la explotación industrial. Sus paisajes tropicales, sus islas remotas, sus bungalós sobre el agua, sus lagunas de color turquesa o sus arrecifes de coral son el sueño de cualquier viajero que desee hacer un alto en el camino para recargar energía y renovarse antes de volver a la civilización. La fauna del archipiélago es variada. Las especies más comunes son los peces voladores, los pájaros corneta, las garzas reales y los fregatas. El atolón de Malé es una base excelente para observar la mayoría de las especies. Pero lo más sobresaliente es la fauna marina. Más de 200 variedades de coral pueblan los fondos acuáticos: corales abanicos, acroporas blancos o rosas, corales de fuego, corales setas… Un consejo: no hay que tocar el coral, ya que algunos son urticantes y además se rompen con facilidad. Estos bosques coralinos están poblados por mil especies de peces. Contemplarlos es sumergirse en un festival de colores irrepetible. Los más fotogénicos son los cardúmenes de labios dulces, los peces trompeta, los peces ángel y los peces corales. Cocoteros que se inclinan hasta acariciar el mar, árboles del pan e higueras Bengala constituyen la flora autóctona. En las islas del sur crecen también bambúes y eucaliptos.

Hoteles: La exclusividad más exquisita

¿Quién no ha contemplado la típica imagen de un lujoso bungaló sobre el agua acunado por aguas cristalinas? Es la imagen más característica en las islas de las Maldivas. Excepto en Malé y Kuramathi, solo existe un resort por isla. Todos ellos enmarcados en un entorno paisajístico tropical de película capitaneado por lagunas de agua azul turquesa, arrecifes de coral y una arena tan blanca que parece imaginaria.

La mayoría de los hoteles de la isla de Malé se concentran en el Atolón Norte y en el Atolón Sur. Uno de los más sibaritas y exquisitos es el Sheraton Maldives Full Moon Resort & Spa (www.atollparadise.com/Sheraton-Maldives). Esta cadena ha instalado en la isla privada de Fuanafushi un resort digno de cualquier ensoñación de lujo sublime. Cuenta con 176 habitaciones en la playa escondidas entre la vegetación y con espectaculares bungalós que se elevan sobre el agua color cristal de la laguna. Destaca el Restaurante Casa Luna, con una selecta cocina mediterránea regada con una carta de vinos de todo el mundo. En el mismo atolón norte, el Banyan Tree Maldives Vabbinfaru Resort (www.banyantree.com/Vabbinfaru) luce sus cinco estrellas junto a la isla de Angsana Ihuru. Es una de las experiencias más innovadoras y modernas de Maldivas. Su emplazamiento permite convivir en uno de los mejores arrecifes de coral del archipiélago. Su refinado spa constituye otro de sus puntos más atractivos. Nos trasladamos al sur para conocer el maravilloso Taj Exotica Resort and Spa (www.tajhotels.com), con villas flotantes de techos de palma que se integran en el entorno de manera natural. Ubicado en uno de los lagos más extensos de las islas, cada una de sus 64 villas está decorada en tonos y texturas naturales y ofrece vistas panorámicas al océano. Uno de sus secretos mejor guardados es el Jiva Grande Spa, un auténtico spa indio donde se ofrecen terapias alternativas. Muy cerquita, en la isla de Veli Azul, espera el Anantara Veli Resort & Spa Maldives, (veli.maldives.anantara.com), un establecimiento de categoría cinco estrellas que combina la serenidad más chic y elegante con el ambiente tropical. Sus 36 bungalós que se levantan sobre el agua disponen de todo lo necesario para pasar unas vacaciones de ensueño. Un spa ayurvédico, una piscina infinita y un gran salón frente a la playa forman parte de una lista interminable de comodidades y alternativas que dejarán satisfecho al viajero más exigente.

Huahine [Polinesia Francesa]: La esencia de los Mares del Sur



 

 Lejos de rutas turísticas concurridas y de modas ostentosas, Huahine mantiene el fragante perfume polinesio tradicional. Grandes lagos, bahías inmensas, picos escarpados y playas fabulosas se alternan en este paraíso tropical rico en tranquilidad y naturaleza. Pero Huahine no es en realidad una isla sino dos. Huahine Nui y Huahine Iti (Huahine grande y Huahine pequeña) están unidas por un puente y cercadas por el mismo arrecife de coral, que crea vastas bahías y un magnífico lagoon (laguna interior) circundante. Además, posee imponentes peñascos basálticos cubiertos de bosques que configuran un paisaje quebrado y multicolor.

Barco o avión
A Huahine se puede llegar en barco o en avión. La isla se encuentra a solo 50 kilómetros de Bora Bora y a 175 de Tahití. El aeropuerto local se extiende en la franja de tierra más septentrional de la isla, a unos 3 kilómetros de Fare, la aldea que interpreta el papel de pequeña capital insular. Los vuelos proceden del aeropuerto internacional de Tahiti-Faa’a, situado cerca de Papeete, la capital tahitiana. Los vuelos internos suele efectuarlos la compañía local Air Tahiti, que también programa algunos vuelos internacionales. Algunos hoteles disponen de minibuses para recoger a sus huéspedes, pero, en todo caso, hay autobuses para llegar a Fare. La isla tiene una red de autobuses públicos, pero su frecuencia de paso es ridícula e irregular, por lo que no es mala idea alquilar un vehículo para explorar la isla o concertar un tour en todoterreno, que es aún mucho más cómodo.

Viaje a la aventura

Aunque Huahine exhibe una orografía accidentada, es toda una suerte que la carretera principal siga con bastante tino la costa de ambas islas. Se da una vuelta completa tras recorrer tan solo 32 kilómetros. El viaje puede empezar en Fare. Dicen los entendidos que, aunque pueda parecer un villorrio que pasa desapercibido para algunos, Fare ha retenido el carácter de los pequeños puertos de los Mares del Sur, pendientes siempre de las idas y venidas de los grandes veleros comerciales.

Complejo arqueológico


La carretera bordea luego la orilla del lago Fauna Nui hasta Maeva, un importante centro cultural y religioso antes de la llegada de los europeos. Entre el lago y la colina Matairea, cerca de la población, se han descubierto centenares de edificaciones de piedra (casas, establos, campos de cultivo…) y una cuarentena de maraes (templos polinesios). Toda la zona constituye un destacado complejo arqueológico, que se completa con Manunu Marae, a un kilómetro al este de Maeva, casi en el extremo nororiental de la isla.

Fábrica de perlas

Después de este baño de historia y espiritualidad, retomamos la carretera hacia el sur, hasta Faie, pero antes de llegar a esta población nos detenemos en Huahine Nui Pearl Farm & Pottery, la fábrica de perlas que es el orgullo del lugar. Luego la ruta se enmaraña bastante, pero al coronar la cumbre cercana se disfruta de una vista magnífica de la bahía Maroe, que separa la isla en dos. Un puente permite saltar de Huahine Nui a Huahine Iti. Tras unos contorneos por la costa occidental de la pequeña Huahine pronto se llega a la bahía Avea, con posiblemente las mejores playas de toda la isla. En el extremo de esta península meridional, en Anini Marae, la vista se regocija con una de las panorámicas más hermosas de la costa. La carretera sigue hasta Parea y, con exquisitas estampas del arrecife y el océano, llega a Tefarii, en la costa oriental, con un precioso jardín de coral. Posteriormente se revisita la bahía Maroe, cruzamos el puente y regresamos a Fare.

A merced de las olas

Huahine también puede explorarse navegando por el lagoon, ya sea por cuenta propia o apuntándose a un crucero con barco de motor o en velero. La laguna interior de Huahine es preciosa y enrevesada. Posee numerosas ensenadas, grandes bahías y estratégicos motus (islotes de arena). La circunvalación de Huahine Iti es una experiencia sublime. Las paradas frecuentes son obligadas. Hay agradables áreas de nado y buceo, y también se puede practicar el submarinismo, la pesca y la navegación a vela. A la hora de comer, se desembarca en un motu y es tradición degustar pescado crudo o a la brasa, además de otras viandas y sabrosas frutas tropicales.

Turismo activo

Quien todavía conserve algo de fuerzas, puede intentar gastarlas montando a caballo, remando en un kayak o en una canoa, trotando sobre las olas a bordo de una moto de agua o incluso practicando la pesca de altura. En cualquier caso, a la caída de la tarde todos sabrán apreciar el sabor dulzón y relajante de un crucero al atardecer. Con la llegada del ocaso, los colores turquesa de la laguna se tiñen de un espeso azul marino y configuran una atmósfera que amalgama densos recuerdos que sin duda permanecerán toda la vida en la mente del visitante.

Hoteles: Sobriedad con estilo

La oferta de alojamientos de Huahine es parca comparada con las glamourosas propuestas de la cercana Bora Bora, pero suficiente y con algunas peculiaridades interesantes.En la costa occidental de la isla, a diez minutos en barco desde Fare, destaca Te Tiare Beach Resort (www.tetiarebeachresort.com), el complejo turístico más lujoso de la isla. Dispone de una cuarentena de bungalós en tierra firme, en la playa o en la laguna; once de estos bungalós están anclados en una zona de aguas profundas. El lugar tiene todos los atributos necesarios para la práctica y disfrute de actividades acuáticas y náuticas.

Algo más al norte, Fare Ie (www.tahitisafari.com), muy cerca de Fare y a tan solo 2 km del aeropuerto, propone un alojamiento en amplias tiendas de lona bien equipadas, situadas en la playa. También alquilan automóviles y embarcaciones diversas, y presentan una cocina sencilla con platos polinesios, franceses y chinos. Muy cerca, la pensión Fare Maeva (www.fare-maeva.com) ofrece habitaciones convencionales o sencillos bungalós, pero, gracias a su orientación, asegura puestas de sol fantásticas con vistas a las islas cercanas de Raiatea, Taha’a y Bora Bora.

Al sur de Huahine Iti, en plena bahía Avea, el Relais Mahana (www.relaismahana.com) ofrece una treintena de bungalós de estilo polinesio en la playa o rodeados de jardín, y una cocina con especialidades locales o internacionales. Propone también numerosas actividades terrestres y náuticas e invita a todos sus huéspedes a visitar una exposición y venta de objetos de arte de artistas locales. Muy cerca de allí, en la misma bahía, la pensión Mauarii (www.mauarii.com) es un rústico hostal construido con troncos, bambú y paja. Dispone de bungalós en la playa y en el jardín y algunas de las habitaciones dan al jardín y a un porche frente a la playa. Presenta una cocina tahitiana con toques franceses, pero sin grandes complicaciones, a base de productos locales frescos (peces, crustáceos, verduras y frutas).